Sepan que estoy hasta acá de las cuestiones laborales. Sepanlón. Nada más. Si no me cuidan un poco, se quedan sin el empleado del mes (si bien este mes ha durado...bastante más que lo normal). En cualquier momento me pianto o me enloquezo, o las dos cosas mientras canto a gritos el himno tahitiano. Utilizemos la meditación zen: tranquilícen-zen.
¿Hasta dónde se extienden los límites de la paciencia humana en pos del vil dinerillio que nos permita otra ronda de caberné, dos plateas p'al concierto o more muñequitos en Rivadavia Park? ¿Es realmente nessario chuparse esta mandarina? Muchachada: hagamos un complot contra los patrones que aman la prepotencia y hacen de la humillación diaria un arma de autoridá. Como bien dijo alguna vez el amigo Dolina, es "la soberbia de los imbéciles".
(Endulcemos los oídos, "Pieces in a modern style", William Orbit, 2000).
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