jueves, 24 de abril de 2008

He visto.

He visto un carpincho. Volviendo del laburo, ayer al mediodía. Yo venía despacio, manejandito, no tuve que frenar bruscamente. Y el tipo cruzó la calle con la absoluta seguridad del que sabe. Sabe cosas. El carpincho sabe cosas. Por eso el ceño fruncido y esa expresión de absoluta austeridad; ¿que más necesita un carpincho para ser tal?. Un instante de absoluta belleza verlo ahí, tan carpincho, tan dueño de su mundo. Y nosotros, incapaces de abandonar el vicio de la paja en el ojo ajeno y la pajeada en la habitación propia. Una imagen tan...surrealista, si le parece, patrona, tan lejos del escabeche como nosotros de la verdá. Y la verdá es algo que nos asusta tanto. Razón tenía Andresito: la honestidá es brutal. La mayoría de las veces, sino siempre.
Carpinchemosnón un poquito niquesea. Tal vez aprendamos algo.
¿Quién se acuerda de Cabezas? No solo nos olvidamos de Cabezas, sino que tampoco nos acordamos de las nuestras. Impongamos un nuevo lema: no te olvides de tu cabeza.
(Siestita y nos vemos en cualquier momento).

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