domingo, 30 de marzo de 2008

Un cuentito de regalo


Qué bien se está aquí, vea.

¿Y qué si un puñado de viento se nos mete sin permiso en el bolsillo de arriba de la gabardina? ¿Y qué si pretende quedarse a vivir con la excusa de “patrón, qué bien se está aquí, vea”?.

Uno al principio lo rechaza de plano; toda actividad eólica fuera de lo acostumbrado es absolutamente repudiable y antiestética de por sí y no es que uno sea un moralista, pero, ¿dónde se ha visto que una semilla de zonda le anide a usted en el abrigo, cerca del pecho o la cara?.

Es un viento pequeño y visto mas de cerca, pasado el primer julepe, hasta se le adivinan ciertos rasgos de simpatía y no se hace difícil tratarlo de usté –al principio- y tan luego como con respeto, pero con el devenir de las semanas se transforma en una presencia cotidiana (sino agradable) y el tuteo surge en forma espontánea y recíproca.

Aún así, se pretende no hacer mayor caso de sus comentarios (ácidos & crueles) sobre política internacional, o sus absurdos chascarrillos de gallinas y abrelatas que, por supuesto, jamás llegaremos a entender del todo, aunque nos riamos abiertamente: nuestro viento es tan frágil y sensible que causa aflicción la sola idea de herirlo por algo tan pavo como no divertirse con sus chanzas. Claro está, no es malo recordarle de vez en cuando que varíe su repertorio, compuesto de cinco o seis situaciones cuyos personajes se intercambian sin variar mucho la resolución del relato (el del árabe y el pollo me sigue gustando tanto como la primera vez).

Llegará una hora tan temida & fatal en que nos preguntaremos: ¿cuánto, mi vida, cuánto nos durará este vientito en el bolsillo, que la nada nos brindó y que la sombra amarga del destino puede arrancarnos de un plumazo?. ¿Habremos de separarnos alguna vez de tan cara y aérea amistad?.

Por unos días, seguramente, la angustia no nos dejará dormir; la garra del insomnio encadenada a nuestra pena. Pero la presencia revoloteante en el gabán nos conforta y salimos adelante, a la calle, al sol del verano que nos asa ligeramente y la gente que nos mira, que se aterra del tipo del saco grueso, qué hace así vestido, pero no nos importa, la vida sigue y tenemos nuestro vientito que susurra, como quien no quiere la cosa: “pero patrón ¡qué bien se está aquí, vea!”.

(23-sept-1991)

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